Hoy vuelvo mi mirada hacia atrás, a los momentos en donde me sentía totalmente plena a tu lado, donde no me hacía falta nada más, porque entre tú y yo simplemente había magia… una magia que llenaba nuestro compartir de luz, de pasión, de entrega… Y tú, aparte de todo eras mi mejor amigo, no tenía maneras de agradecer a la vida lo noble que era conmigo, dándome la posibilidad de tener a mi lado alguien que mereciera tanto mi amor como tú.
Sentía tus caricias más allá de la piel, sentía que mi alma vibraba solo con oír tu voz, eras mi motor y mi alimento. Me enamorabas con cada detalle, con cada gesto que me hablaba de la posición que ocupaba en tu lista de prioridades. Creí que si el amor para siempre existía, tendrías que ser tú quien me acompañara en esa aventura.
Sin duda, eras para mí la combinación perfecta, el bálsamo de mi alma, la sonrisa de mi rostro, el placer de mi cuerpo y el tranquilizante de mi mente, si esto no es lo más cercano al amor, ese que llaman de la vida… pues no sé con qué pudiese asociar el término.
Pero como dicen por allí, todo pasa y todo cambia… Y tú teniéndolo todo, preferiste tomar vías alternas y echarme a un lado, restándole importancia a lo construido, a lo trabajado, a las energías invertidas, a todo lo que sentía por ti.
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